La revelación tuvo lugar en un escenario de ensueño, donde Ángela llevó a su madre a una casa que ella había señalado anteriormente como un lugar donde sería feliz. Con las llaves en mano, Ángela le dijo: “Ven, tengo algo que enseñarte”, abriendo la puerta de hierro forjado que daba paso a un jardín de bugambilias y una vista impresionante al mar. Este acto no solo simboliza un regalo físico, sino también un homenaje a todos los sacrificios que su madre ha hecho por ella a lo largo de los años.